En 1989, una joven Halle Berry intentaba labrarse un futuro en Nueva York. No había mucha suerte, y Halle se había visto obligada incluso a dormir alguna noche en un albergue para gente sin hogar. Su impresionante belleza, que le había servido para ser finalista de Miss U.S.A. Y Miss Mundo unos años antes, no parecía ser suficiente para entrar en el mundo del entretenimiento, como era su deseo.
Finalmente logró un pequeño papel en la serie Living Dolls, que trataba sobre el mundo de la moda, y no alcanzó una gran repercusión, siendo cancelada tras los doce episodios de su primera temporada. Fue el primer papel de Halle, y a punto estuvo de ser el último.
Y es que durante el rodaje de la serie, la actriz cayó en coma. Una vez ingresada y fuera de peligro, le diagnosticaron diabetes.
Para ella no fue un obstáculo, y el año siguiente comenzó su carrera en el cine, con un papel en Fiebre Salvaje, la quinta película de Spike Lee. Luego ya vendría la saga de X-Men, o Monster's Ball, la película por la que consiguió el Oscar a la mejor actriz protagonista (el primero para una actriz afroamericana). Por no hablar de la tercera entrega de John Wick, que acaba de estrenar en los cines.
Un exitoso currículum como actriz, que a punto estuvo de no ser realidad aquel desafortunado día.
Desde entonces, la actriz es una colaboradora activa de la Asociación de Jóvenes Diabéticos de Estados Unidos. Y confiesa que se cuida mucho, lo que la ha llevado a tener que renunciar a algunos papeles en los que debía ganar peso: “Mi corazón diría sí, porque siento que haría cualquier cosa por mi trabajo; pero mi cerebro diría no, porque soy diabética y a nivel de salud podría ser algo muy peligroso, así que esa es la verdadera razón por la que no lo haría”, dijo una vez la actriz en una entrevista.