Hay muchas mujeres que han sido leyenda en la televisión mundial. Desde Oprah a las chicas de Friends, cada uno podría elegir la que piensa que ha sido la más importante. Sin embargo, solamente una de ellas logró con su programa 29 premios Emmy. Un récord que perduró hasta la llegada de la mítica serie Frasier.
Hablamos de Mary Tyler Moore, una actriz que no tuvo el mismo éxito en España que en Estados Unidos, pero sin la que no se entiende el cambio de rol de la mujer en la pequeña pantalla. Aquí quizá la conozcamos más por su nominación al Oscar en Gente corriente, dirigida por Robert Redford. Pero Mary es toda una leyenda televisiva, desde sus primeros pasos en el mítico show de Dick Van Dyke, hasta su estrellato en El show de Mary Tyler Moore (en España titulado La chica de la tele).
La serie rompió todos los moldes de la época: una mujer soltera (divorciada, en realidad) de treinta años que se trasladaba a Minneapolis para trabajar en la televisión. La primera mujer independiente de la televisión conquistó a toda una generación, durante cinco temporadas.
Todo un referente feminista, que además a través de su productora nos dejó otras series inolvidables de los 80s como Canción Triste de Hill Street o Remington Steele.
A los 33 años, la vida de Mary cambió cuando le diagnosticaron diabetes tipo 1. Una enfermedad que a punto estuvo de dejarla ciega y de hacerle perder una pierna.
Fue una gran figura a la hora de visibilizar la enfermedad, llegando a presidir la Fundación para la Investigación de la Diabetes Juvenil. También era un ejemplo de cuidados, cambiando totalmente su alimentación hasta el punto de hacerse vegetariana.
En el congreso norteamericano pidió más fondos para implementar los avances contra la enfermedad. No en vano, sus primeras décadas como persona con diabetes las pasó sin poder medir sus glucemias, y tomando una insulina menos pura que la que conocemos hoy en día. Pese a todo, Mary falleció a los 80 años.
Para entonces, Mary ya sufría de varias complicaciones de la diabetes. Sus problemas renales habían degenerado en una retinopatía diabética, mientras que los dolores en sus piernas eran cada vez más frecuentes. Ella se lo tomaba con humor: “Mis piernas me duelen si ando mucho. Así que tengo que pararme cuando camino, y fingir que estoy mirando por las ventanas, así descanso un poco antes de volver a andar”.
Todo un ejemplo de feminismo, y de lucha contra la diabetes. Su legado perdurará durante muchos años.