La diabetes no es algo exclusivo de los humanos. En nuestros compañeros caninos también es una enfermedad común, que debemos detectar y cuidar.
La principal diferencia entre la diabetes humana y la canina es que en los canes, la mayoría de las diabetes son de tipo 1.
Pero ojo, eso no quiere decir que los perros estén exentos de desarrollar la diabetes tipo 2. Y los detonantes son los mismos: obesidad, un estilo de vida sedentario y la edad. También hay una predisposición genética, y los machos son un 30% más propensos a desarrollarla que las hembras.
¿Cómo darnos cuenta de si nuestro perro es diabético?
Lo ideal para la diabetes tipo 1 es hacerle un par de análisis de sangre de cachorro, y al año de vida. Para saber si ha desarrollado la tipo 2, estaremos pendientes de tres señales que también podrían delatar a un humano: el aumento del apetito, la pérdida de peso, la sed constante, y las elevadas micciones.
Más grave serían otros síntomas que nos avisan de una diabetes más avanzada, o de que el perro sufre hipoglucemias: ceguera, hinchazón del abdomen, vómitos y diarrea regulares, convulsiones…
Una vez que sabemos que el perro tiene diabetes (tras los análisis de sangre pertinentes por parte del veterinario), tendremos que poner cuidado en su dieta, su rutina de ejercicio, y por supuesto la administración de insulina.
La dieta la marcará el veterinario, pero por lo general nos ayudará a que el perro pierda grasa y fortalezca su musculatura. Será por tanto rica en proteínas y L-carnitina, y baja en almidón, grasas o glúcidos.
Además, procuraremos que sea de digestión lenta, como algunos cereales (maíz, cebada…) y con mucha fibra, así los cambios glucémicos al comer no serán tan pronunciados. Además, procuraremos que los alimentos sean ricos en arginina y otros aminoácidos, para favorecer la producción de insulina.
Habrá que estar pendiente de que el perro se coma toda su ración o no, para administrar menos insulina en consecuencia. Por ello no podremos dejarle la comida sobrante en el cuenco, y hay que acostumbrar al perro a comer a determinadas horas.
Del mismo modo, una rutina de ejercicio moderado también nos ayudará a controlar mejor la administración de insulina y a mejorar el estado de salud del perro. Ojo, hemos dicho moderado.
Los cambios hormonales no ayudan al control de la glucosa, por lo que la esterilización suele recomendarse en estos casos.
Por último, nos queda estar pendientes de sus niveles de glucemia. Con mediciones, como los humanos, o bien estando atentos a algunos síntomas habituales en caso de hipoglucemias, como pueden ser una ansiedad anormal, movimientos extraños o temblores, que el animal arrastre las patas traseras, se vea desorientado… en ese caso debemos administrarle algo de azúcar.
Así que ya sabéis, ¡Objetivo #Cerohipoglucemias también con nuestros amigos caninos!