Ya os hablamos en esta página de los avances sobre diabetes en las primeras culturas de nuestro planeta. Hoy veremos cómo durante la edad media, y hasta nuestros días, se fueron descubriendo también cosas que hoy son fundamentales cuando hablamos de nuestra enfermedad.
La Edad Media fue una época oscura para muchas ciencias, entre ellas la medicina. Sin embargo, aún fueron posibles varios avances durante ella, especialmente en culturas que no estuviesen bajo el control católico. Así, a finales del siglo X encontramos los estudios de Ibn Sina, más conocido en occidente como Avicena. Se trataba de un joven médico del Imperio Persa, que evaporó los líquidos de la orina, encontrando que los restos eran similares a la miel, y detectando la alta cantidad de azúcar que tenían. En su libro Canon de la ciencia médica, que escribió con apenas 20 años, y fue manual durante varios siglos para médicos de todo el mundo, describía la sintomatología de una persona con diabetes.
Hasta principios de la Edad Moderna no volvemos a tener una teoría nueva y reconocida relacionada con la diabetes. La firmaría Paracelso, que desterraría la idea plantada por Galeno desde los tiempos del Imperio Romano: la diabetes no era una enfermedad del riñón, era una enfermedad de la sangre. Como Avicena, redujo la orina hasta el punto de dejar solamente el azúcar… aunque no la probó y dio por sentado que era sal, explicando así la sed constante que acompaña a la diabetes.
En el Siglo XVII nace un término que usamos hoy en día: diabetes mellitus. Lo acuñó el inglés Thomas Willis, que diferenciaba dos sabores en las distintas orinas de personas con diabetes. Así diferenció entre diabetes mellitus, por su sabor a miel, y “diabetes insípida”. Willis, era principalmente un doctor que estudió el cerebro, y relacionó la diabetes con estados de depresión. De la diabetes dijo: “antiguamente esta enfermedad era bastante rara pero en nuestros días, la buena vida y la afición por el vino hacen que encontremos casos a menudo”.
Otro médico contemporáneo de Willis, Tomas Syderham, fue uno de los grandes de la medicina. Y la diabetes lograba con él un importante avance: Syderham especuló con que una digestión defectuosa llevaba a las personas con diabetes a no procesar correctamente una parte del alimento, que se expulsaba en la orina.
100 años más tarde otro inglés, Mathew Dobson, identificó la glucosa en la orina. Un paso importante, ya que al identificar el componente se ponía la primera piedra en lo que luego serían las mediciones de glucosa. Dobson también apuntaba a un defecto en la digestión, pensando que los riñones simplemente se veían obligados a eliminar el exceso de azúcar.
Seguimos en Inglaterra. Allí Thomas Cawley relaciona la diabetes con los problemas de páncreas tras observar cálculos y páncreas atrofiados en diversas autopsias.
En esa época, finales del siglo XVIII, a punto de entrar ya en la edad contemporánea, nos encontramos con un británico más, John Rollo, realizaba un estudio sobre la diabetes, identificando los síntomas más habituales. Su tratamiento consistió en una dieta pobre en hidratos de carbono y rica en carnes grasas. Como veis no acertó plenamente, pero ya comenzábamos a dirigirnos hacia la dieta que todos seguimos hoy.
En una próxima entrega haremos un repaso a los primeros avances que vivimos durante la época contemporánea. ¡Permaneced atentos!